En distintos momentos, pero en un mismo sentido, presidente y jugadores respondieron sobre el clima del grupo
Hace más de un mes, días antes del partido que River disputó en Liniers ante Vélez, Martín Demichelis mantuvo una conversación en off con ciertos periodistas en la que hizo referencia a algunos jugadores que podrían dejar el plantel a fin de año. No bien le fue posible, uno de los interlocutores contactó a un jugador mencionado en la charla para obtener más información sobre los dichos que el DT manifestó en privado.
Probablemente Demichelis haya pecado de ingenuo, ya que lo que haya dicho acerca posibles planes sobre los jugadores involucrados, ellos debieron saberlo antes por su propia boca.
Al tomar estado público, para los medios era una oportunidad inmejorable para encontrar y difundir un lado terrenal, un lado oscuro de un River que siempre exhibió un estilo sobrio y reservado para manejar con altura cuestiones internas.
A partir de ahí, en distintos programas televisivos de fútbol, en las secciones de deportes de noticieros, en la prensa escrita, por radio, en páginas web o por plataformas digitales en que se hablara de River, se tejían hipótesis y hacían aseveraciones sobre relaciones rotas, malestar entre jugadores y cuerpo técnico, desconfianzas reinantes y resentimientos de larga duración que serían muy difícil revertir.
Las especulaciones sobre conflictos insalvables estaban a la orden del día. No conformes con ello, se aventuraba que el DT presentaba alineaciones para conformar a sus jugadores en vez de responder a la planificación de los partidos; que si River se iba derrotado de la Boca rodarían las cabezas del cuerpo técnico; que la dirigencia le estaba buscando reemplazo a Demichelis para la próxima temporada.
Nada más alejado de la realidad, nada más alejado de la coherencia de una institución que en la presente década ha crecido institucional y futbolísticamente sobre la base sólida de una conducta profesional sustentada en valores, nada más alejado de la filosofía River.
Como era de esperar, al término del superclásico se abordó a jugadores preguntándoles sobre “todo lo que se habló”.
Un cronista de TyC Sports le dijo a González Pires “se habló mucho de que estaban peleados… (SIC)”. La respuesta fue clara y tajante:
“Muchas de las cosas que hablan, las hablan ustedes, no las hablamos nosotros (…) ustedes ven fantasmas donde no los hay (…) hoy mandamos un mensaje claro”.
Por su parte Esequiel Barco agregó:
“…estamos muy juntos los compañeros, la gente del club, el cuerpo técnico (…) nosotros trabajamos puertas para adentro”.
A ellos podemos sumarle las recientes declaraciones del presidente Jorge Brito en diálogo con Radio Continental:
“Me toca estar cerca del cuerpo técnico y de los jugadores. Siempre estuve tranquilo porque vi siempre al grupo unido y es la única verdad. Cada uno puede decir lo que quiera. Se hablaron muchas giladas y a los giles hay que dejarlos hablar. Siempre estuve muy tranquilo de que la unión del grupo nunca se rompió”.

Si a estas declaraciones le sumamos toda la alegría desatada por los muchachos el domingo al término del partido en el campo de juego y en el vestuario, podremos darnos cuenta de que fue un desahogo del fastidio que les había provocado el afán de llenar minutos y páginas con situaciones inexistentes.
Nuestra liga es muy competitiva y física. La falta de juego o de jerarquía muchas veces se compensa con orden y sacrificio. No es serio vincular una mala racha de River como visitante con conflictos inventados; por eso en la bombonera los de Demichelis, cargados con un monto de energía extra redoblaron esfuerzos para imponer su jerarquía y cerrarle la boca a los que hablan “giladas”, básicamente porque se sienten más unidos que nunca y orgullosos de estar jugando para El Más Grande.